lunes, 12 de junio de 2017

Intentarlo

De nuevo volvía a encontrarse en el mismo punto, sin posibilidad de retorno y con las farolas fundiéndose a su paso. Una respiración más, pensó mientras apoyaba la mano sobre el pecho, solo necesito eso para seguir adelante. El aire entró por la boca, estancándose antes de completar su recorrido, dejando a los pulmones con una súplica ahogada en los labios. Lo intentó de nuevo, sin mejorar lo más mínimo el resultado. 

Asustada por perder, exhausta del camino que había recorrido y temerosa por el trecho que todavía faltaba, se sentó a un lado de la carretera. Era noche cerrada, ni si quiera las estrellas se habían atrevido a salir. Pensó en que pasaría entonces. ¿Aquel era el final que tantas veces había imaginado? ¿Allí se acababa todo? Rodeada de colillas a medio quemar, chicles ennegrecidos y con la angustia del que ha empezado algo que sabía que no iba terminar. Un zumbido la distrajo. Sacó el teléfono sin ganas, con las manos débiles y el corazón ausente. Las palabras se sucedían a lo largo de mensajes incontables, suplicas para que arrojara algo de luz sobre un asunto que ya empezaba a sentir como ajeno. Tecleo una respuesta corta, sencilla, sin pretensión de nada salvo de informar. "Estoy harta. Voy a dejarlo". La respuesta fue casi inmediata. "No, porque puedes con esto y mucho más". 

Y por mucho que lo intentó, por mucho que quiso pensar que solo era la ansiedad, que una vez más se enredaba y trepaba por su cuerpo para destruirla, no pudo. Siguió viendo todo oscuro durante minutos que se tornaron en horas. Ningún coche pasó frente a ella, ningún caballero vino a su rescate. Estaba sola, por más que no lo deseara. 

A las dos horas una fotografía ocupó parte de la pantalla. Barcelona, brillando bajo el sol del atardecer, luciendo más hermosa y encantadora que nunca, le sonreía. Parecía a punto de salir, de darle la bienvenida a pesar de los kilómetros que la separaban de ella. 

"No importa nada más. Olvídate de exámenes, de epígrafes y de temas que no has estudiado aunque deberías. Solo piensa que estaremos algún día allí, juntas". Sonriendo, contestó un par de palabras, quizá un emoticono. Se quedó sentada un par de minutos más, buscando fuerzas que no tenía pero que necesitaba. Acabó por levantarse, moviendo un pie tras el otro, sintiendo cada golpe del asfalto en las rodillas, aguantando los quejidos cuando sentía dolor. Esto acabaría, porque los malos días no tienen más de veinticuatro horas. Porque por mucho que nos asuste el sol, siempre llega la luna. Porque daba igual cuanto se pusiera ante ella, lo superaría como el resto de veces. Y porque al otro lado de la pantalla, a 369 kilómetros, había alguien que todavía creía en ella. ¿Y no era ese motivo suficiente para seguir intentándolo? 

A Daya, esa amiga que nunca he abrazado, pero que siempre sabe como consolarme. Ni todos los kilómetros del mundo ni todos los exámenes de la universidad podrán contigo. 

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