miércoles, 3 de agosto de 2016

Vivencias entre hospitales

  • Antonio, de pelo entrecano y sonrisa cálida, me mira como si le contara un chiste, rascando inconscientemente su brazo derecho. Lo mira a él, me mira a mi, vuelve a sonreír. Se remoja los labios, resecos tras un buen rato sin pronunciar una sola palabra, y piensa detenidamente lo que me va a decir. 



-Pues mira, la última vez que estuve en un hospital fue en uno de Madrid. Era una clínica privada más bien- Matiza, como si ese pequeño detalle pudiera cambiar el rumbo de todo el relato que narra con voz pausada y ronca- Me caí desde una escalera, aplastándome el brazo con el cuerpo. Obviamente, se rompió. Pero se ve que estaba hecho una mierda, porque me tuve que ir hasta Madrid para que me pusieran una placa. Así que ahora tengo un brazo biónico. 

Me sonríe, escuchando la fuerte carcajada ante una broma que yo misma creé, hace ya unos cuantos años. 

  • Rosa, una mujer de mediana edad, con callos en las manos y heridas de quemaduras en los antebrazos. No hace falta preguntarle dónde trabaja, las marcas nos cuentan su historia. Teclea a una velocidad pasmosa, mandando mensajes y mensajes en pocos minutos. Espalda encorvada, piernas cruzadas, mirada baja. Espero a que pare, pero no lo hace. No me queda más remedio que interrumpirla, tosiendo cada pocos segundos para que no olvide mi presencia y se centre por completo en la pantalla iluminada. Escucha mi pregunta, pareciendo levemente indignada por una duda tan estúpida.
-Si yo vivo en el hospital.- Suelta en tono amargado, sabiendo tan bien como ella que no hay ni una pizca de mentira en tal afirmación- Siempre es por lo mismo, por la puta cabeza. Pero bueno, mientras llegue allí y me den el calmante, todo bien. Aunque cada vez parece que les cuesta más ponerte algo. Ea, ¿qué le vamos a hacer? Esto es España. 

Vuelve la vista al móvil, dejando que el silencio vuelve a interponerse entre las dos. Apunto en silencio en la libreta, retumbando las últimas palabras todavía en mi mente, reflexionando sobre ellas, impotente ante ellas. 

  • Sofía, dieciocho años. Está leyendo, por lo que espero paciente en el sofá, redactando parte de esta misma entrada. Me mira rato después, sorprendida de mi presencia, como si acabara de descubrir a un espía que no sabe esconderse como es debido. Baja los pies del sillón, deja el libro sobre la mesa, y va a coger el mando del televisor. No le gusta leer con gente en la habitación, confiesa sonriendo, la incomoda. La insto a que se siente y hablamos. Finalmente, le hago la pregunta.
-Me desmayé. Tuve una lipotimia, creo que se llama así. Estuve mucho tiempo en el baño, duchándome, y el calor se condensó una barbaridad. Y claro, salí al pasillo, en pleno invierno, con un frío que pela, y me empecé a marear. Caí redonda al suelo. El médico me dijo que eso pasaba cuando la temperatura corporal cambia muy rápido. Pero no fue nada, un vaso de suero, un par de pruebas tontas, y para casa. 

  • Luis, mordiendo compulsivamente la uña del pulgar, está mirando fijamente el televisor. Un comentarista parece estar a punto de asfixiarse entre grito y grito, buscando el aire desesperados. Lo llamo, no me mira. Lo vuelvo a hacer, más fuerte, un poco molesta. Ni se inmuta. Le llamo y amenazo con apagar la televisión, sujetando el mando en alto. Le hago la pregunta, sabiendo que no lograré mantenerlo bajo mi control más de dos minutos. Con suerte pueden ser tres.
-Estaba trabajando y me explotó una jarra de cerveza en la mano. Me hizo un corte bastante profundo en la palma y algunos más pequeños en la otra mano. Me pusieron puntos adhesivos porque no quería tener que aguantar los otros sin anestesia. 

No consigo nada más, pero me doy por satisfecha. Lo garabateo en el cuaderno, dejando caer junto a él en el sofá el mando. 

  • Por último, María. Intenta limpiar las manos a un niño de no más de dos años, que da tirones e intenta huir de la toallita húmeda que amenaza con quitarle la tierra de las manos. No me mira, no puede. El niño está demasiado enfadado para dejarle hacerlo, e intenta controlar a esa pequeña fiera mientras me narra entre jadeo y jadeo la historia.
-Estaba embaraza de este- Señala con la cabeza al pequeño, que se ha rendido y espera paciente a poder volver ensuciarse- y me caí. Fue muy tonto. Estaba en la calle, no vi el bordillo, y pues tropecé. Paré la caída con las manos, pero cuando se está embarazada y con una barriga como la que tenía, no se pueden asumir riesgos. Fui, miraron que el niño estaba bien, que no tenía ningún esguince yo ni nada... Y creo que ya me dejaron irme. Desde entonces siempre que he ido a urgencias, ha sido con él.- Le roba una piedra justo antes de que el pequeño la chupe- Parece que no, pero es que pillan todo. 

Paso el resto de la tarde jugando con el niño, poniéndole motes graciosos, engañándolo ahora que puedo. Intenta arrancar partes de mis notas, y consigo salvarlas in extremis. 

Todos han respondido a la misma pregunta: ¿Cual fue la última vez que estuviste en un hospital (siendo tú el enfermo)? Sus respuestas han encerrada historias enlazadas, que iban atrás en el tiempo, nombrando a personas que ya no ven, gente que ya no quieren, o amigos que ya no llaman. Cada vez que comenzaba la conversación, dispuesta a anotar una respuesta corta y precisa, acababa embelesada, escuchando los ecos del pasado en las voces de estas personas. Les agradezco de corazón que hayan compartido un pequeño pedazo de su vida con la chica rara que escribía sin parar en un cuaderno. 

* * *
Esta entrada, al igual que la anterior, forma parte del proyecto creado por @hadripv y @garymused, el #ColectivoDetroit. 

Hemos hecho una misma pregunta a una serie de personas. En mi caso les he pedido un recuerdo feliz, pero de distintos años. La pregunta es libre. Pero lo ideal es que sea la misma pregunta para todos los entrevistados, con inclusión de alguna variante .



Y ahora, las instrucciones habituales de participación:

1. Leer el “enunciado” del ejercicio.
2.Interpretar el “enunciado” del ejercicio libremente.
3. Escribir lo que te sugiera.
4. Publícalo en tu espacio.
5. Cuéntanoslo para que podamos enlazarte tanto en los comentarios como por las redes sociales.
6. No olvides usar el hashtag #ColectivoDetroit, y disfrutar la participación al máximo.

6 comentarios:

  1. ¡Qué valiente has sido! Soy un poco hipocondríaca y hacer esta pregunta me hubiera puesto la piel de gallina.
    Tienes mucho poder de observación y quiero destacar todo lo que nos has contado de tus informantes mientras hablaban. Has contado cosas tan importantes con lo que estaba fuera de las palabras de su discurso como el propio discurso. Me quedo con la madre sacándole la piedra antes de que el niño se la metiese en la boca mientras te contaba que "lo pillan todo". Es genial. Espero leerte en el próximo ejercicio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí lo que me pasa es que odio los médicos, los hospitales y derivados. Así que ¿por qué no preguntarle a otros por su experiencia? Ha sido algo muy divertido, aquí me vais a tener dando guerra la semana que viene.

      Eliminar
  2. Muy interesante este experimento. Al igual que mi compañera, soy muy hipocondríaca y nunca se me hubiera ocurrido este tema. Pero reconozco que las historias de hospitales tienen mucho jugo, y es un espacio común para todos, en algún momento u otro. Con lo cual te permite entrevistar a todo tipo de personas :) ¡Buena idea!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Los hospitales unen a las personas más variopintas, te lo puedo asegurar!

      Eliminar
  3. Cuando he leído que iba sobre un hospital, casi me da algo. Sin embargo, me parece que has tratado el tema con mucha naturalidad y las voces se diferencian porque es evidente que hay mucha diversidad dentro de un hospital. Me ha resultado muy creíble el testimonio de Rosa aunque no tengo claro cuál es su trabajo y me he puesto muy nerviosa cuando has contado la caída de la embarazada.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias por tu comentario! Rosa es cocinera en un restaurante, y tiene quemaduras por todas partes. La pobre María todavía se pone algo nerviosa cuando lo cuenta, pero al menos no fue nada más que un susto. ¡Un saludo!

      Eliminar